Casi con total seguridad recordarás esa desagradable sensación que aparece a los días siguientes de realizar ejercicio físico tras cierto tiempo de inactividad o cuando cambiamos ciertos parámetros en cuanto a carga de entrenamiento (trabajar de manera diferente a la que estamos acostumbrados o introducir diferentes cargas de trabajo a las que el organismo no está adaptado) y es que todos alguna vez las hemos sufrido, tanto los más expertos como los más novatos… Las apodamos coloquialmente como “agujetas”. Hoy nos proponemos acercarte un poco más a este término a la vez que desmontamos algún que otro mito.
Antes de nada, vamos a hacer una pequeña introducción científica sobre lo que ocurre a nivel muscular inmediatamente después y unas horas más tarde de realizar ejercicio físico.
Centrándonos en el comportamiento muscular, tenemos que diferenciar dos momentos importantes tras realizar un ejercicio físico. Por un lado, tenemos el “dolor muscular post-esfuerzo o de aparición rápida” (DOMPAR) el cual se sabe que aparece en la fase final de un ejercicio intenso, fruto de la acumulación de las sustancias de desecho formadas en la metabolización, los metabolitos, liberados durante el esfuerzo que afectarán directamente sobre las terminaciones nerviosas. Por otro lado, el “dolor muscular post-esfuerzo de aparición tardía” (DOMPAT), caracterizado por un dolor que se hace notar entre las 24-48 horas siguientes, remitiendo progresivamente (Connolly, y col., 2003).
Durante un tiempo se han aceptado teorías sobre la cristalización del ácido láctico entre las fibras musculares, pues bien, existen evidencias de suficiente peso, estudios y artículos científicos contundentes que nos indican que esta teoría pierde toda su credibilidad, pues no se han encontrado restos de estas llamadas “cristalizaciones” en biopsias musculares. Además de ello, sabemos que el lactato sale rápidamente del músculo y retorna al flujo sanguíneo (López 2004). La teoría más aceptada actualmente por la comunidad científica, nos indica que las clásicas agujetas se tratan de microrroturas del esqueleto o soporte interno de la fibra muscular. (Frieben y Lieber, 1998).
Del mismo modo, según el “principio de supercompensación” se explica cómo la adaptación de nuestro organismo tras someterse a un esfuerzo intenso se recupera y no cesa, pues sigue trabajando para compensar la disminución de su capacidad funcional, es decir, adaptándose para la siguiente ocasión en la que tenga que soportar una carga de trabajo similar.
Según lo citado anteriormente, se explica el por qué con el tiempo, realizando la misma actividad a igual intensidad, no vuelven a aparecer. Diríamos que el cuerpo se habitúa a ese estímulo y lo reconoce.
Por lo tanto, vamos a proceder a dar respuesta a nuestra pregunta, ¿Agua con azúcar para las agujetas? En todos los ámbitos, existen muchas clases de mitos, y este es uno de ellos indudablemente.
Si nos centramos en la falsa teoría más aceptada antiguamente de que las agujetas se trataban de microcristalizaciones de ácido láctico, la idea del agua con azúcar no estaba tan desacertada, pues con ello se pretendería disolver los cristales, “La glucosa sería una solución si las agujetas fueran un problema energético, pero si ese fuera el motivo, el dolor se produciría durante el ejercicio, y no al cabo de uno o dos días” lo cual nos aporta un argumento más para eliminar esta falsa creencia (M. Pérez, 2003).
Tras aceptar la base teórica previa, podemos afirmar que los remedios caseros en este caso no tienen base científica, y por lo tanto de poco nos va a servir ese vaso de agua con azúcar.
Estamos de acuerdo en que el agua con azúcar carece de sentido, pero… ¿y qué hacemos entonces? No queremos finalizar la entrada sin antes dar algún tipo de consejo o ayuda al respecto.
Los medios de tratamiento más aceptados en la actualidad son la crioterapia, los ultrasonidos, la electroestimulación y la acupuntura, (Conolly y cols., 2003).
La presoterapia y la masoterapia hacen disminuir la respuesta inflamatoria, aunque este tipo de tratamientos, no mejoran la capacidad funcional del músculo afectado, aunque sin embargo sí que reducen la intensidad del dolor. (Hibert y cols., 2003)
También sabemos que el ejercicio liviano de la zona afectada, parece ser el método más efectivo proporcionando un efecto analgésico temporal (Cheung y col., 2003).
Nunca está de más recordar que a nivel de prevención, un calentamiento previo y una buena tabla de estiramientos posteriores a la práctica deportiva puede evitar en muchas ocasiones estos dolores.
Esperamos seguir avanzando en nuestras publicaciones y sacando a la luz nuevos temas de interés.
¡Hasta la próxima!