Tras alguna entrada que otra tratando temas de acondicionamiento deportivo y prevención de lesiones, en líneas generales orientados al mundo del “running”, el artículo siguiente hablará sobre lesiones. Hay que admitir que muchas veces, por desgracia caemos en ciertas de ellas, que por lo comunes que son resulta interesante dedicarle un pequeño hueco en nuestro blog, en este caso, el Síndrome de la Cintilla Iliotibial, será el protagonista de hoy.
Y para los que les pille por sorpresa el nombre de este síndrome, haremos una breve descripción: Estamos ante, como decíamos antes, una de las patologías más comunes descritas en corredores, con una incidencia del 12% de las lesiones originadas por el sobreuso (López-Alcorocho Ruiz-Peinado, 2010);
Se extiende desde los glúteos a la rodilla, por la parte externa del muslo, un tracto fibroso llamado “fascia lata” que tira de la rodilla con fuerza, manteniendo la estabilidad del muslo y la cadera en la extensión de la pierna, por lo que su función en el desarrollo de la zancada al correr es muy importante. En su trayecto pasa por encima del borde externo del fémur donde se encuentra el lugar principal de riesgo de roce. Un cambio en la pauta normal de nuestros movimientos, por correr sobre una superficie muy dura (asfalto) o muy blanda (terreno embarrado), por correr en fuertes pendientes (carrera de montaña) o, sencillamente, por aumentar la intensidad de los entrenamientos, hace que haya fricción entre la “cintilla” y los tejidos adyacentes, ocurriendo alrededor de los 30º de flexión (López-Alcorocho Ruiz-Peinado, 2010) lo que origina inflamación y un dolor que invalida al que lo sufre.
Saber reconocerlo a tiempo para no empeorarlo y así ralentizar nuestra recuperación es esencial, por lo que hay que tener en cuenta: si tenemos un dolor bastante localizado en el borde externo de la rodilla que se extiende hacia la parte anterior llegando incluso a tendón rotuliano, descrito como “punzante” o de “quemazón”; si es un dolor que aparece prácticamente al inicio del ejercicio, que empeora con la exigencia irregular del terreno y las cuestas abajo y parece que aminora en reposo. Pacientes refieren que si progresa el dolor, este puede persistir incluso durante la marcha y al subir y bajar escaleras. Si son muchos los síntomas en común que encontramos con los citados anteriormente, podríamos tener muchas papeletas para confirmar la patología, eso sí, nunca estaremos seguros de ello hasta que un profesional valore el caso, pues cada paciente "es un mundo"
¿Y por qué pasa esto? ¿Quiénes son los responsables? ¿Por qué unos lo sufren y otros no? Numerosos estudios científicos señalan a una debilidad de los estabilizadores de cadera, como el glúteo medio, y a los abductores, lo que provoca un desvió de la rodilla hacia adentro con rotación interna, lo que colocaría al tensor de la fascia lata en una posición de debilidad, siendo así más propenso a sufrir este rozamiento. (Frederickson, 1997)
Una vez vistas las causas, resulta más fácil concluir cuales son los puntos clave a tratar en su recuperación. Controlar la inflamación, modificar la actividad y corregir los factores que puedan empeorar la lesión, el estiramiento de todo el tracto iliotibial para reducir la tensión y devolver la longitud normal del tejido es una parte muy importante de su rehabilitación y el estiramiento más indicado y con mayor índice de efectividad es el siguiente:
Por último, el fortalecimiento global de la musculatura estabilizadora de la pelvis, especialmente de los abductores de cadera y del glúteo medio de forma excéntrica, incrementando de menos a más la dificultad y el reclutamiento de una fuerza mayor (Ayotte N, Stetts D, Keenan G, Greenway E, 2007) será de gran utilidad para recuperar la funcionalidad total de estos músculos, al igual que evitaremos nuevas reapariciones de esta lesión.